miércoles, 16 de marzo de 2011

Yo no escogí enamorarme de ti, pero la primera vez que te besé, nuestros dientes se rozaron por una milésima de segundo, y fue increíble. Y la hora exacta de ese beso eran las doce y diez, y quité la pila de ese reloj para que se quedase la hora detenida para siempre, parada. El minuto exacto en el que me besaste está metido en mi reloj, para siempre. Y ya no sé nunca qué hora es, pero me da igualY desde entonces miro constantemente el reloj. 

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